la des-colonización de asia
La des-colonización del
Sureste asiático fue en gran medida una consecuencia de la derrota japonesa,
pero también influyó en ella la voluntad expresada previamente por las
sociedades indígenas, como fue el caso de India, a quienes las circunstancias
vividas durante la guerra les proporcionaron muchos incentivos. En 1945, en
esta región del mundo sólo Tailandia era un país independiente, pero a la
altura de 1957 habían nacido diez nuevos Estados. La des-colonización se llevó a cabo por lo menos parcialmente con intervención de la violencia y no llegó a obtener como resultado una estabilidad total.
En la India, los antecedentes del movimiento
independentista eran ya antiguos, dado que el Partido del Congreso había sido
fundado en 1886; desde hacía más de medio siglo la reivindicación estaba, por
tanto, sobre el tapete. Existía, además, un peculiar sistema de diarquía que,
si reservaba para los británicos determinadas competencias como las relativas a
Hacienda, comunicaciones y orden público, dejaba el resto en manos de
autoridades locales, elegidas por un censo equivalente a tan sólo una décima
parte de la población. Gracias a este procedimiento, pudo formarse una clase
política que nutrió el Partido del Congreso, que ya en 1937 dominaba las
asambleas locales. Si la Primera Guerra Mundial había sido importante para India, durante la siguiente adquirió aún mayor conciencia nacional. Para la propia Gran Bretaña, fue también esencial lo que explica que su Ejército allí se multiplicara por diez durante el período bélico. Aunque hubo graves incidentes con centenares de muertos, los británicos pudieron contar con la fidelidad de la mayor parte de los dirigentes indios. En el momento de la máxima expansión japonesa, el jefe del Partido del Congreso, Nehru, pidió la independencia y, al mismo tiempo, la participación del Ejército indio en contra del Eje.
Influido por la Fabian Society, Nehru procedía de una familia cosmopolita y su padre estaba muy britanizado. El destino de la India independiente estaría mucho más en sus manos que en las de Gandhi, asesinado en enero de 1948 por un nacionalista hindú que le consideró responsable de la partición del país. Las opiniones de Gandhi, por ejemplo, pudieron ser tenidas en cuenta en lo referente a la secularización de las instituciones, pero ni sus recomendaciones sobre la comunidad campesina ni sobre la ordenación de las labores artesanales indígenas fueron seguidas.
Desde el mismo momento de concluir el conflicto, el Gobierno laborista de Attlee fue favorable a la independencia, que hubiera sido mucho más difícil en el caso de que Churchill hubiera seguido en el poder, pero el problema fundamental a la hora de conseguirla fue la misma pluralidad de la sociedad india. Así como el Partido del Congreso deseaba el mantenimiento de una fuerte unidad, los musulmanes agrupados en una Liga dirigida por Jinnah, no se quisieron convertir en una minoría política y religiosa dentro un país unitario: de ahí la reivindicación de un Pakistán independiente. Entre 1945 y 1946, la Liga obtuvo 439 de los 494 puestos regionales que correspondían a los electores musulmanes. En el verano de 1946, los incidentes entre musulmanes e hindúes fueron agravándose día a día, degenerando en una auténtica guerra civil: en Calcuta, hubo 4.000 muertos, 7.000 en Bihar y 5.000 en el Punjab.
En esta situación, como luego harían en Palestina, los británicos tomaron la decisión de retirarse. Fue Lord Mountbatten el encargado de dirigir a la India hacia la independencia, que fue proclamada en agosto de 1947, favoreciendo al mismo tiempo la partición en dos unidades políticas independientes: por un lado, India, como Estado laico y, por otro, Pakistán, formado por una porción occidental, el Punjab, y otra oriental, el Este de Bengala. Pero la delimitación de fronteras comúnmente aceptadas entre ambos Estados resultó por completo imposible sin que la pertenencia de ambos a la Commonwealth sirviera para solucionar el conflicto. Una guerra, abierta entre 1947-48, no sirvió para resolver la disputa especialmente grave en el caso de Cachemira en donde el marajah era hindú pero la población era musulmana.
De la guerra, sólo surgió una línea provisional que sería el escenario de posteriores enfrentamientos, pero que en esencia hasta el momento no se ha modificado. No fue ése el único conflicto con el que tuvo que enfrentarse India en los primeros años de su existencia. Entre 1946 y 1951, actuó una persistente guerrilla comunista en el Estado de Hyderabad. India reclamó, además, las pequeñas posesiones costeras francesas y portuguesas, pero no logró hacerse con las primeras hasta 1954 y hubo de esperar a los años sesenta para controlar la Goa portuguesa con el imprescindible recurso a la violencia.
India nació oficialmente con la proclamación, en enero de 1950, de una Constitución largamente debatida. Con sus 395 artículos, era una de las más extensas que se habían redactado nunca, pero de hecho 250 de ellos procedían de la Government Act concedida en 1935 por la autoridad colonial. La innovación decisiva fue la introducción del sufragio universal: hasta ese momento, no votaban más que 41 millones de personas, pero ahora lo hicieron 171 millones. India pudo proclamar orgullosamente, por consiguiente, que era "la mayor democracia del mundo". El punto de partida, sin embargo, era muy complicado.
A comienzos de los cincuenta, la renta per capita era de tan sólo 54 dólares, la esperanza de vida era de 32 años y el 84% de los indios eran analfabetos; la población urbana era tan sólo el 15% del total. La pluralidad persistía: unos 30 millones de indios eran musulmanes y los sijs formaban una etnia de rasgos escasamente asimilables. Había catorce lenguas admitidas, aunque sólo el hindi tuviera carácter oficial para el conjunto del Estado. Si India persistió como unidad y lo hizo en un régimen democrático, en parte fue por la experiencia adquirida en la etapa colonial y por su propia pluralidad. Pero existió también otro factor importante, nacido del monopolio del poder político ejercido por el Partido del Congreso. Aunque el voto que consiguió durante la etapa posterior a la independencia rondó tan sólo el 45%, tuvo la ventaja de ser un partido plural, capaz de asociarse a otros y se vio beneficiado por un sistema electoral de escrutinio uninominal, como el británico, que de momento mantuvo alejada a la oposición del poder.
Bajo la dirección de Nehru, India intentó jugar un creciente papel mundial, situándose a la cabeza del neutralismo y del anticolonialismo. Aunque permaneció en la Commonwealth, rechazó la ayuda norteamericana así como la pertenencia a la red de pactos que la superpotencia occidental iba enhebrando alrededor de la URSS. En marzo de 1947, Nehru reunió una amplia conferencia de representantes de países asiáticos y se convirtió en un portavoz del no alineamiento. A mediados de los años cincuenta, los contactos con los dirigentes indios y soviéticos habían logrado ya producir una profunda irritación en el secretario de Estado norteamericano, Foster Dulles. Pero, al mismo tiempo, no dudó en condenar el ataque de Corea del Norte.
También la descolonización se hizo presente en otros países del Sureste asiático. Birmania obtuvo la independencia en 1948, negándose a cualquier vinculación con la Commonwealth, pero muy pronto tuvo que enfrentarse a una guerra civil por la existencia de una activa guerrilla comunista. En Indonesia, el partido nacionalista de Sukarno no había dudado en colaborar durante la guerra con los japoneses, quienes concedieron la independencia en el momento de perder el archipiélago. Aunque Holanda intentó recuperar luego sus antiguas colonias, tolerando la existencia de una Federación en Java mientras que el resto de los territorios serían controlados por ella misma, fracasó en sus propósitos. Una sublevación comunista le dio el pretexto para la intervención pero, a fines de 1949, la presión conjunta de los anglosajones y de las Naciones Unidas le obligaron a abandonar cualquier pretensión de dominio de la región, aunque conservó la porción occidental de Nueva Guinea hasta comienzos de los años sesenta.
También en Indochina lo sucedido durante la guerra resultó de importancia decisiva para el proceso descolonizador. En marzo de 1945, liquidada la presencia francesa por los japoneses, fue proclamada la República de Vietnam. La Francia gaullista no dudó, sin embargo, un momento en enviar una fuerza expedicionaria dirigida por el general Leclerc para restablecer su influencia; su propósito no era ahora volver a restablecer la antigua colonia, sino que ésta quedara convertida en un Estado independiente pero dentro de la Unión Francesa. Pero para ello era imprescindible empezar por reconquistarla. Las operaciones bélicas, sin embargo, no fueron nada sencillas. En marzo de 1946, se llegó a un acuerdo en Indochina entre los beligerantes y, en septiembre, Ho Chi Minh, el líder vietnamita, y el Gobierno francés firmaron en Fontainebleau un tratado de ratificación.
Pero ninguno de los contendientes estaba dispuesto a respetarlo en la práctica. Al final de este mismo año, tras una serie de matanzas de franceses, había estallado ya una guerra que habría de durar ocho años. Francia intentó en junio de 1948 la creación de un Estado vietnamita al que prometió la independencia total, bajo la fórmula monárquica del emperador Bao Dai, pero que nunca tuvo la menor oportunidad de ser aceptado por el adversario. A partir del estallido de la Guerra de Corea, la de Indochina se convirtió en otro punto más de conflicto entre las superpotencias. En enero de 1950, Ho Chi Minh consiguió el reconocimiento por parte de soviéticos y chinos. Logró, además, en este mismo año importantes victorias militares, pero el Ejército francés, mandado por el general De Lattre de Tassigny y apoyado por los norteamericanos, pareció ser capaz de conseguir enderezar la situación.
Pero las dificultades militares francesas acabaron por agravarse con el transcurso del tiempo. El alto mando francés tomó la decisión de convertir Dien Bien Phu en una especie de base de resistencia, destinada a proteger el camino hacia Laos y formada por una sólida guarnición muy bien dotada de medios. Su misión sería imponerse progresivamente sobre el hostil medio rural. Sin embargo, sus 11.000 hombres se vieron rodeados por los 50.000 del general Giap sin que les cupiera otra posibilidad de recibir auxilio que el que pudiera llegar por avión. En marzo de 1954, la base fue atacada por los vietnamitas, en un momento en que se debatían en Ginebra, a la vez, el armisticio en Corea y la paz en Vietnam. A comienzos de mayo, la posición cayó en manos del enemigo y con ello se desvanecieron las posibilidades de que Francia pudiera seguir desempeñando un papel decisor en esta parte del mundo. Ya para entonces, la mayor parte de la financiación de la guerra había quedado en manos de los norteamericanos.
Al acuerdo de armisticio no se llegó hasta julio de 1954. De acuerdo con él, Vietnam quedó dividido en dos por el paralelo 17: mientras en el Norte dominaban los comunistas, en el Sur ese papel le correspondía a los nacionalistas de Ngo Dinh Diem, que pronto se desembarazó del emperador Bao Dai, mientras que la influencia francesa se desvanecía sustituida por la norteamericana. Como en el caso de Alemania y de Corea, un nuevo país había quedado dividido como consecuencia de la guerra fría. Lo sucedido testimonió en todo caso que en el Extremo Oriente había un nuevo poder político con el que era imprescindible contar. China, en efecto, había dotado de medios militares a los vietnamitas y había acabado convenciéndoles de que limitaran su esfera de dominio al paralelo 17.
Francia, por su parte, había acudido a esta guerra con nula convicción y sin perspectivas de futuro. Aunque hasta 1950 el Gobierno no se manifestó dispuesto al abandono, un año antes sólo un quinto de la población estaba a favor del mantenimiento de una Indochina francesa. La guerra, en cierta forma, permaneció oculta a la vista de la población, a pesar de las protestas de los comunistas: tan sólo 70.000 franceses combatieron en ella; de ellos, 19.000 murieron, junto a una cifra tres o cuatro veces superior de soldados coloniales. Así quedó presagiado lo que habría de ser el fin del Imperio francés en años sucesivos.